La verdad es que disfrute un montón los dos años que estuve en el Calasanz, lo pase muy bien con mis amigos y mis amigas, pero todo termina. Bueno, más o menos.
Después de graduarme seguía con todas mis dudas acerca de cual carrera escoger, me gustaba todo lo analítico, y los resultados que obtuve en las pruebas de aptitud académica eran muy buenos, pero mi promedio de notas del bachillerato me jodía las posibilidades. Y es que sólo me gustaban la física y la biología de las materias del bachillerato, para el resto simplemente hacia lo suficiente para pasarlas. Lo malo es que como 60% de tu promedio de bachillerato y un 40 de tus pruebas de AA se combinaban para obtener el númerito que te decía a donde podías ir. Resultado: jodido.
Encima mientras más cerca de tu casa querías ir, más promedio te pedían. Así que hice cuentas, entre irme a la frontera y saltar la frontera había poca diferencia. Además en Colombia me harían las pruebas ICFES (equivalente de las de AA) y pasarían de mis promedios de Venezuela. Casi era obvio cual era la mejor opción. Me fui a Colombia, me presente a las ICFES y con los 378 puntos que saque (de 400 posibles) podía casi elegir lo que quisiera. Así que me decidí a estudiar… ¡Tadan! Ingeniería electrónica. Sí ya, lo sé, algún día os cuento el porqué.
Mientras mis amigos hacían lo propio en Venezuela. Daniel se fue a la universidad de Carabobo a hacer como que estudiaba mientras se trepaban al Panchitas a fumar Belmont y beber dios sabe que menjurjes. Actividad que interrumpían de vez en cuando para escapar de los gases lacrimógenos que la policía arrojaba alegremente a los estudiantes de esta dicharachera universidad.
Por cierto, la cartelera quemada no fue un sabotaje del capitalismo imperialista, fue Daniel medio curdo con un encendedor.
En las vacaciones que tenía en la U. de A. aprovechaba al principio para viajar a Venezuela. Visitaba a mi familia, me subía a los arboles, ayudaba a mi padre a que aumentará su deuda conmigo (la cual ya tenía claro que nunca iba a pagar) y luego me pasaba por la U. a jugar cartas con Daniel y sus compañeros.
Recuerdo una vez que fuimos a casa de uno de sus amigos porque era el cumpleaños de no sé quien y luego salíamos a otra parte. El asunto es que sospechábamos que este chico nos quería dar esquinazo porque le había salido plan con una chica. Así que cuando se puso al teléfono yo me escurrí al segundo piso y levante la linea que tenían allí. ¡Confirmado! Nuestras sospechas eran ciertas. Yo colgué lo más suavemente posible para bajar disimuladamente y pasar la información. Pero justo cuando celebraba mentalmente nuestra astucia escucho al espiado gritando que “quién estaba en el otro teléfono”. La jodí con el clic del teléfono al colgar.
Me cague de miedo. Imaginaos; no era mi casa, ni mi amigo, estaba en la segunda planta sin invitación y con el teléfono aun en la mano. Por suerte el tipo no se decidía a colgar y sin colgar no podía subir las escaleras. Tome impulso y comencé a bajar las escaleras a hurtadillas pero me encontré con que el espiado hacia otro tanto de lo mismo desde su lado. Nuevamente la suerte me ayudo, mi lado estaba completamente a oscuras y abajo había mucha luz, él no me veía pero tampoco yo podía seguir bajando.
Ahí es donde Daniel puso en funcionamiento su malicia indígena, le salio al paso y haciéndose el indignado logro que se volteara lo suficiente para que no me viera bajar el resto de la escalera. Realmente fue increíble, fue como cuando en las películas los protagonistas pasan por detrás del vigilante y uno se dice “anda ya, cómo no les va a ver”. Pues así fue, pase casi dando saltos en las puntas de los pies directo al salón, del cual salí unos segundos después con mi mejor cara de poker.
Vamos a dejar las aventuras un momento, luego volveremos a ellas, para dedicar algo de tiempo a mi familia.
Sigue con Facetas familiares.
que tiempos aquellos Santi! te agradezco enormemente éstas fotos y los recuerdos revividos con ellas!
Sí, definitivamente una gran época. Un abrazo enorme para ti Ivonne.